El mito de sisifo
29.01.2013 21:13
Según un antiguo mito griego, Sísifo reveló a los mortales los secretos de los dioses. Por este motivo los dioses le condenaron a empujar una gran piedra colina arriba; a medida que alcanzaba la cima, el esfuerzo le resultaba excesivo, y la piedra rodaba colina abajo. Sísifo tenía entonces que recomenzar su tarea... y cada vez sucedía lo mismo, por lo que Sísifo debía empujar su piedra por toda la eternidad. El mito de Sísifo es una sombría metáfora del sinsentido de la existencia humana. Cada día trabajamos para alimentamos a nosotros y a nuestra familia, y apenas la tarea está cumplida, debemos comenzar de nuevo. Nos reproducimos, y nuestros hijos deben asumir la misma labor. Jamás se logra nada, y jamás se terminará, hasta que nuestra especie se extinga.
El mito de Sísifo y el sentido de la vida
Según un antiguo mito griego, Sísifo reveló a los mortales los secretos de los dioses. Por este motivo los dioses le condenaron a empujar una gran piedra colina arriba; a medida que alcanzaba la cima, el esfuerzo le resultaba excesivo, y la piedra rodaba colina abajo. Sísifo tenía entonces que recomenzar su tarea... y cada vez sucedía lo mismo, por lo que Sísifo debía empujar su piedra por toda la eternidad. El mito de Sísifo es una sombría metáfora del sinsentido de la existencia humana. Cada día trabajamos para alimentamos a nosotros y a nuestra familia, y apenas la tarea está cumplida, debemos comenzar de nuevo. Nos reproducimos, y nuestros hijos deben asumir la misma labor. Jamás se logra nada, y jamás se terminará, hasta que nuestra especie se extinga.
El escritor existencialista francés Albert Camus escribió un ensayo sobre el mito de Sísifo. Comienza con la famosa frase: “No existe más que un problema filosófico verdaderamente serio, y es el del suicidio”. Camus prosigue: “Juzgar si la vida merece o no la pena vivirla equivale a responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Quizá sea así, en el sentido de que si juzgamos que la vida no merece la pena de ser vivida –y actuamos en consecuencia–, no estaremos en situación de plantear más preguntas filosóficas. Pero deberíamos añadir (y Camus hubiera estado de acuerdo) que no es tanto cuestión de juzgar pasivamente si merece la pena o no vivir la vida, sino de elegir conscientemente un modo de vida que merezca la pena de ser vivido.
Incluso Sísifo, sostiene Camus, puede hacer esto. Así que el ensayo que se iniciaba confrontándonos con la perspectiva del suicidio, termina con una nota positiva:
No hay destino que no pueda superarse mediante el desdén [...] La propia lucha hacia las alturas basta para colmar el corazón de un hombre. Uno debe imaginarse que Sísifo es feliz.
En el capítulo final de su libro Good ana Evil, Richard Taylor, un filósofo norteamericano, también utiliza el mito de Sísifo para explorar la naturaleza del sentido de la vida. Taylor plantea una ingeniosa pregunta: ¿cómo habría que alterar el destino de Sísifo para dar sentido a su vida? Taylor considera dos posibilidades. La primera, que en lugar de intentar interminablemente llevar la misma piedra a la cima de la colina, sin que nada refleje sus esfuerzos, Sísifo podría empujar diferentes piedras hasta la cima de la colina, y allí construir un noble templo. La segunda, que aunque Sísifo siga empujando sólo la misma piedra, y siempre en vano, los dioses, movidos por una perversa misericordia, le provoquen un intenso deseo de llevar a cabo lo que le han condenado a hacer: ¡empujar piedras!
Las dos posibilidades de Taylor para dar sentido a la vida de Sísifo derivan de dos posturas muy distintas sobre el fundamento de la ética. En la primera podemos llevar una vida con sentido trabajando en pro de metas que, objetivamente, merezcan la pena; por ejemplo, construir un templo que perdure y añada belleza al mundo. Esta postura sobre la ética presupone que existen valores objetivos, en virtud de los cuales podemos juzgar como buena (entre otras cosas) la creación de grandes obras de arte como los templos de la antigua Grecia. La segunda posibilidad encuentra sentido, no en nada objetivo, sino en algo interno: nuestra motivación. Aquí son nuestros deseos los que determinan si lo que hacemos merece la pena. Según esta postura, cualquier cosa puede constituir una actividad con sentido si queremos llevarla a cabo. Desde este punto de vista, empujar una roca colina arriba, sólo para ver cómo cae rodando cuando nos aproximamos a la cima, y recomenzar la tarea eternamente, no es ni más ni menos significativo que edificar un templo, porque la presuposición en este caso es que no existe el valor objetivo o el significado, independientemente de lo que deseemos. El significado es subjetivo: una actividad tendrá sentido para mí si se corresponde con mis deseos; de lo contrario, no lo tendrá.
Taylor se inclina por el enfoque subjetivista. Piensa que lo único que puede dar sentido a la vida es nuestro propio deseo interior nuestra propia voluntad. Al adoptar esta postura, Taylor coincide con el espíritu dominante del siglo XX, tal como lo expresaron los existencialistas, los positivistas lógicos y muchos filósofos contemporáneos que no aceptarían ninguna de estas etiquetas, pero que estarían de acuerdo en que, puesto que el universo en su conjunto carece de sentido, somos libres de darle nuestro propio sentido, no al universo en su conjunto sino a nuestras vidas. Sin embargo, esta misma libertad puede llevar a una encrucijada sobre el valor que se esconde tras la insatisfacción vital que sentimos incluso en las circunstancias más prósperas. Vale la pena explorar con más detalle los problemas cotidianos de este enfoque sobre el valor.
SINGER, Peter. Ética para vivir mejor. Barcelona: Ariel