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01.05.2013 13:40

Sobre la fe.

 Alberto Múnera Duque.

Dr. En teología de la universidad Gregoriana de Roma. Dr. En filosofía y letras Pontificia Universidad Javeriana y Profesor en la facultad de teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Sacerdote Jesuita, director del instituto Pensar de la Universidad Javeriana. Conocido como profundo investigador de los grandes problemas contemporáneos, iluminadas desde la teología y la historia. Es el director del conocido programa “cristianismo al día y temas de actualidad” en el 91.9 de Javeriana Estéreo.

Es evidente que en el lenguaje normal de nuestra sociedad la palabra fe corresponde a diferentes acepciones según el contexto en que se utiliza. Pero nuestra atención quiere centrarse en la fe religiosa y, específicamente, en la que profesa el cristianismo católico.

En este, tradicionalmente se ha considerado que la fe consiste en la aceptación de una serie de postulados conceptuales que corresponde a las verdades doctrinales del cristianismo como reveladas por Dios. Este es un aspecto de la fe pero no es el fundamental. Desde el concilio Vaticano II se afirma que la revelación de Dios a la humanidad consiste en obras interpretadas por las palabras. Lo que lleva ha pensar que la fe se refiere primordialmente a las obras actuadas por Dios en la historia y en las que  se ha manifestado a Sí mismo y su plan sobre la humanidad, y que luego vienen las palabras, consignadas en la Sagrada Escritura como interpretación de las obras, y normativas para la comprensión doctrinal que en el cristianismo podamos hacer de la revelación divina. Pero antes de hablar de una revelación de Dios, intentemos acercarnos a las bases racionales de la fe religiosa.

El tema de la fe religiosa hunde sus raíces en las seculares discusiones que  se han  presentado sobre la existencia de Dios. En efecto, la fe religiosa se refiere a la relación que los seres humanos pretenden establecer con Dios cuya existencia suponen. Por este motivo es indispensable establecer previamente si Dios existe.

La base de todo discurso religioso es la convicción que se tiene de que Dios es un personaje realmente existente, aunque las versiones que se encuentra en la mentalidad de las personas lo presentan con características supremamente abstractas. Y cada uno de quienes afirman que Dios existe, lo percibe a su manera.

Por otra parte, el ateísmo ha sido considerado en nuestro mundo como el gran enemigo de toda religión. Por supuesto, ateísmo de ese Dios cuya existencia suelen proponer las religiones. Habría que preguntar si ese ateísmo es totalmente infundado o si cuenta con algún argumento razonable.

Quienes profesan una fe religiosa se basa en unas pretendidas pruebas de la existencia de Dios. Pero si realmente las pruebas fueran incontrovertibles, ¿cómo explicar las convicciones teóricas o prácticas de quienes se profesan ateos?

Si se demostrara apodícticamente la existencia de Dios no se requeriría la “fe” en Dios si se asume que la fe consiste precisamente en afirmar la existencia de un ser a cuya existencia no se llega por caminos demostrativos. Dios podría ser simplemente una construcción mental del ser humano.

Generalmente se trata de demostrar la existencia de Dios a partir de la existencia del universo como una realidad cuya autoría se le atribuye. Mientras se supone que Dios es un ser absolutamente trascendente que le haya dado origen. Tampoco hotel apelar a Dios como principio creador del universo, se sigue que realmente exista. E incluso el orden existente en el universo  podría ser explicado desde el caos. El azar podría también ser explicado de la evolución de la naturaleza como la conocemos.

Por otra parte, si se postula A Dios como trascendente absoluto resulta puesto como “objeto” del conocimiento y el conocimiento humano no podría incorporarlo a su campo de acción. La misma existencia de Dios, por hipótesis, se identifica con su trascendencia, y tal magnitud infinita no cabe conocimiento finito. El concepto que el ser finito tienen de infinito, es un concepto vacío. Ya afirmaba Santo Tomás que el único conocimiento que tenemos de Dios es por vía negativa: no es finito, no es nada de lo que consideramos ser el universo. Ese contenido negativo es el contenido de lo que llamamos trascendente.

Pero tendremos a darle al trascendente un contenido a partir de lo fenoménico, de lo que está a nuestro alcance. Así terminamos incluyendo a trascendente como parte de nuestro mundo fenoménico. Esto equivale a considerar al infinito que llamamos Dios, como un objeto más de nuestro mundo objetural. Con esto, el infinito termina siendo fundamentado por lo finito.

Por estos motivos, hoy se acepta en filosofía que la demostración de la existencia de Dios es imposible. Además, si la existencia de Dios hubiera sido demostrada apodícticamente, nadie podría siquiera dudar de tal existencia. No se daría el fenómeno del ateísmo en su sentido estricto, porque en tal caso sería anti-científico, contrario a la evidencia.

Por otra parte, es imposible que haya quien pretenda demostrar la no existencia de Dios. Esto significaría igualmente que la muerte humana podría hacer caber en ella el contenido del ser absoluto trascendente. De manera que, por el mismo argumento, nadie podrá demostrar la no existencia de ese hipotético ser absoluto trascendente que llamamos Dios.

Así se llega, entonces, a la base más honesta para poder iniciar un discurso sobre Dios: partidos sólo podemos considerarlo como una hipótesis. Igualmente, la existencia de ese Dios sólo puede ser considerada como hipótesis. Pero una hipótesis razonable ante la imposibilidad de una demostración de su no  existencia.

Dicho esto, entramos propia y necesariamente en el terreno de la fe. Su primer elemento es entonces la libre decisión del ser humano de asumir que la hipótesis Dios es una realidad existente. La existencia de Dios se asume no por demostración sino por fe. El ser humano tiene derecho legítimo a escoger que Dios es un personaje real que existe. Y cuando afirma “creo en Dios”, está diciendo que ha elegido la hipótesis razonable de su existencia. Razonable por cuanto le es imposible a alguien demostrar apodícticamente su no existencia. Por supuesto, quien asume que el personaje Dios no existe, también está eligiendo libremente una hipótesis razonable, dada la imposibilidad de demostrar apodícticamente su existencia.

Y, en cierto sentido el ateo que afirma “no creo en Dios”, está procediendo igualmente en un terreno de fe. Así, pues, el primer elemento de la fe consiste en la libre decisión de la persona humana, de asumir la hipótesis razonable de que Dios es un personaje realmente existente.

En consecuencia, quien afirma la existencia de Dios, tiene una base sólida para hacerlo, a saber: la imposibilidad de demostrar la no existencia de Dios. Esta base es suficiente para decidir libremente establecer una relación con ese Dios. En esto consistiría básicamente el derecho o fenómeno religioso. Toda fe religiosa consiste en que libremente el ser humano decide relacionarse con el hipotético Dios que racional y razonablemente asume que existe, sea cual sea el concepto con imagen de Dios que tengan su mente. Esto legitima la existencia de cualquier religión, a pesar de que el concepto o imagen de Dios que se posea, no sea aceptable para otros. Como sucede con las religiones naturistas identifican a Dios con los astros o con  las fuerzas de la naturaleza, o cualquier elemento de nuestro mundo natural o del universo.

Pero si el hipotético Dios pudiera comunicarse al ser humano cómo es Él mismo, para que se pudiera establecer una relación más adecuada entre Dios y el ser humano por presentarse Dios con su verdadera identidad, tendríamos una fe religiosa infinitamente más consistente que aquella en que la identidad de Dios es sólo supuesta, y muy posiblemente de manera errónea, por el ser humano. Esto requeriría que Dios mismo le manifestará al ser humano quién y cómo es Él. Es decir, estos requeriría una revelación o manifestación de sí mismo por parte de Dios.

Veamos si esta revelación es posible: todo ser humano no es comunicativo y relacional; y si el ser humano es capaz de comunicarse, y sí por hipótesis Dios es superior al ser humano, lógicamente Dios tiene que ser un sujeto capaz de comunicación (capaz de comunicarse y de recibir la comunicación humana). Así pues, quien con pleno derecho postula la existencia de Dios, puede suponer igualmente que ese Dios podría comunicarse con el ser humano. Esa posibilidad de comunicarse ese posible Dios con el ser humano, constituye la base racional de lo que llamamos “revelación”.

Aquí tenemos el segundo elemento de la fe religiosa: es perfectamente racional y razonable que Dios pueda realizar una revelación de sí mismo al ser humano, que pueda manifestársele y descubrírsele. Este es el segundo elemento de una fe religiosa más avanzadas: quien a partir de esa base racional y razonable afirma: “Creo que Dios se ha reveledo”, cuenta con la fe religiosa propias de las religiones que se llaman ”reveladas”, entre las que se cuentan el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Según el gran teólogo Jesuita Karl Rahner: de parte de la hipótesis de Dios, su comunicación o manifestación sólo puede ocurrir al ser humano por dos maneras: “O bien representándose en su identidad misma lo que sea de manifestar, o bien mediante la comunicación de su conocimiento por la palabra, entendiendo aquí, por lo pronto “palabra” en sentido de un signo que hace las veces de lo que no se da en su misma identidad (…) así pues, en tanto Dios no se manifieste directa e inmediatamente al hombre en su propia identidad, deberá el hombre contar siempre con la posibilidad de una revelación de este Dios por la “palabra”. Sólo Dios puede revelar lo que el hombre puede oír”.( Rahner Karl, El oyente de la palabra, Herder, Barcelona 1967, p.149-150).

Esto quiere decir, debido a la infinita trascendencia del absoluto que es Dios por hipótesis, no puede caber en la mente humana finita. Por tanto, una manifestación o revelación de Dios al ser humano sólo puede ocurrir mediatamente, por el medio como los seres humanos conocemos: a través de la “palabra”, sino que transfiere a la mente humana el contenido de un conocimiento.

Por lo demás, la historia humana es el único lugar de la posible revelación de Dios. Porque el ser humano es esencialmente histórico, pertenece a este mundo material en que opera las categorías del tiempo y el espacio. “Al decir que el hombre es esencialmente uno entre muchos como Él, con los cuales se halla juntamente en el espacio y en el tiempo por razón de su misma esencia, no decimos otra cosa que esto: el hombre es histórico en el sentido concreto de una historia humana” (p.175)

Por otra parte, se pregunta Rahner, si la comunicación revelación de ser absoluto, ultramundano podría darse en un mundo diferente a lo que llamamos el “fenómeno” y mediante la palabra. Concluyen estas afirmaciones de Rahner con el siguiente párrafo que considero importante transcribir:
 

“Si el hombre se haya frente Dios de una posible revelación, si esta revelación, caso que tenga lugar, debe producirse en la con historia humana -hasta tal punto, que si no tuviera lugar, lo más esencial en la historia del hombre sería el silencio de Dios en ella perceptible-, y si el hombre está por principio orientado hacia la historia dentro de la cual se ha de producir posiblemente esta revelación, entonces es realmente el hombre en su misma esencia el ente que desde el centro de su mismo ser está con el oído atento a una posible revelación de Dios en la historia humana mediante la palabra. Sólo quien así se escucha, y en cuanto que así se escucha, es propiamente lo que debe ser. Hombre“ (pág. 213)

Con esto entramos en el último elemento de la fe religiosa propia del cristianismo. Nuestra fe consiste en asumir libremente que Dios se ha revelado en la historia por medio de la palabra divina encarnada en el personaje histórico Jesucristo. Dice San Juan en el prólogo de su Evangelio: “En el principal ya existía la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios (…) Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros” (Jn. 1,1.14)

El concilio Vaticano II en su constitución dogmática “Palabra de Dios”, afirma que el objeto de la revelación de Dios es el siguiente: “ quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse  a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la palabra hecha carne, y con el espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza distinta y participar de la naturaleza divina.”(2#) por tanto, la revelación de Dios por medio de su palabra humanada, Jesucristo, nos manifiesta lo que es Dios y los hacer conocer cuál es su plan sobre la humanidad: que todo ser humano puede divinizarse por medio del mismo Jesucristo. Esto acontece, como dice el prólogo de San Juan, constituyéndose cada ser humano en hijo de Dios: “A quienes lo recibieron y creyeron en Él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios”

Este recibir a Jesucristo y “Creer” en Él sucede en una experiencia religiosa interior de cada persona, en la que quien la realiza asume libremente a Jesucristo como Dios humanado, se adhiere a Él y trata de reproducir en si mismo sus rasgos de hijo de Dios, comprometiéndose a realizar su vida humana y a vivir como hijo adoptivo de Dios, dedicado a amar al prójimo con el mismo amor, que Dios nos ha amado, entregando su vida al servicio de la humanidad. Lo que se refleja en el apreciar a todo ser humano como dotado de dignidad divina por su origen y destino que es Dios mismo. Todo esto lleva a que la fe incluya un compromiso ineludible por la procura permanente e irrestricta del bien de los seres humanos y la búsqueda de su realización plena en todos los aspectos de la vida y de la sociedad. Esto es lo que la compañía de Jesús afirman ser su razón de ser: “ La misión de la compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta” (Congregación general 34)

Con lo dicho espero haber sintetizado de manera muy sucinta, lo que el cristianismo considera de ser su fe religiosa.